jueves, 6 de enero de 2011

ASFALTO

Por Juliana Rodriguez Cano

Tus calles me llaman
tus calles de asfaltos hirvientes
con raíces echadas,
con miles de pasos marcados,
con caminos corridos,
o por recorrer.
Esas calles asesinas,
cementerios de flores
o de suelas,
Por las que cruzan
caballitos de acero,
héroes, y soñadores.


Tus calles abrumadoras,
calles locas,
libres, negras, anchas,
flacas, pequeñas...
Calles de amores,
de peleas, y
de fracasos,
infinitas y atravesadas.


Tus calles me inundan,
Medellín, y hueles a alcohol,
orínes y marihuana.


Fotografía: Boom Machine
*CONDENA
Yo nací en esta ciudad porque me dió la gana, y antes de tocar su suelo, mientras viajaba
hacía ella con los ojos vendados, sentí su pálpito y su sudor recorriendo todas las calles. Era cómo si estuviéramos destinados a encontrarnos, yo a vivir en ella, y ella a aguantarme.
Aquí todo tiene una historia que contarse. Y es que cuando uno está en Medellín, que es una ciudad de olores afrodisíacos y de colores parcos, entiende que es imposible olvidarse de ella, porque las noches huelen a lluvia y cannabis, mientras las mañanas huelen a tinto y rón.
No importa a la final qué tan lejos esté uno de Medellín tratándo de olvidarse de ella, porque está ciudad es cómo una condena que, buena o mala, nos acompaña con su olor y sus calles a todas partes dónde vamos.

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